Daniel García para la Galería de la Revista Bazar Americano, de la cual es curador. Junio- Julio, 2014.

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Paola Vega

Nacida en Buenos Aires, vivió en Bahía Blanca donde comenzó su formación en artes visuales con Gustavo López y, a través de sucesivas clínicas, con Gumier Maier, Diana Aisenberg y Marina de Caro. Licenciada en Historia en la Universidad Nacional del Sur, en 2005 se traslada a Buenos Aires para continuar sus estudios en pintura con Pablo Siquier y Tulio de Sagastizábal. Más recientemente ha participado en talleres de Diego Bianchi, Marcelo Pombo y Jorge Macchi. 

Junto a otras destacadas artistas, es cofundadora del Proyecto pintorAs (desde el 2009 a la actualidad), el cual obtiene el Premio Andreani Itinerancia, 2010, y con quienes ha expuesto en París y Madrid, entre otras ciudades.

Ha expuesto individualmente en Bahía Blanca, Mar del Plata, Rosario y Buenos Aires, y participado en numerosas exposiciones colectivas, tanto en Argentina como en el exterior. Entre ellas se destacan: 2D, en el Centro Cultural Parque de España (Rosario, 2005); Tan frío como el fuego, Centro Cultural Borges (Buenos Aires, 2008); ¿Por qué pintura?, Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires, 2009); Elogio da diversidade, Consulado Argentino (Rio de Janeiro, 2010); Xanadú, Universidad Torcuato Di Tella (Buenos Aires, 2012). 

Obras de su autoría integran numerosas colecciones privadas y la colección de arte contemporáneo del Museo Castagnino/Macro de Rosario.



El pintor Mark Rothko está evocado en las pinturas que Paola Vega presentó en la muestra “La posibilidad” en 2013, por la abstracción, por las dimensiones monumentales, pero por sobre todo por el banquito que permite sentarse a contemplarla. Es sabido que muchos pintores decimos: donde hay un Rothko, debe de haber un banco. Porque es necesario pasar un tiempo con esas pinturas. Acercarse, si, y dejar que su escala nos envuelva, nos rodee (Rothko recomendaba una distancia de 45 centímetros para observar sus pinturas), para luego retroceder y sentarnos para permitir que lentamente permeen en nuestro interior. 

Pero a diferencia de Rothko, en cuyo pensamiento la tragedia estaba en el origen del arte, el camino de Paola Vega conduce hacia la luz y el color vibrante y ha constituido siempre una celebración. Una celebración, en sus anteriores obras, de una vida multiforme en constante creación, que parece trazar el recorrido inverso de una posible cosmogonía que nos conduce desde formas orgánicas y vegetales en mutación perpetua, a través de unas desenfocadas superficies acuosas a las actuales pinturas. Estas nos muestran, en lienzos que generalmente superan la escala humana, grandes campos de color brillante en forma de niebla. Una suerte de bruma luminosa que hace pensar en tatachina, la tenue neblina originada en el principio de los tiempos, cuando el padre Ñamandú se engendró a sí mismo a partir de la noche primigenia (pytû yma) según relata el Ayvu Rapita, el canto sagrado de los Mbya Guaraní.

Pintora profundamente conocedora de la historia del arte, e investigadora curiosa de la técnica de su oficio, Paola Vega domina la pequeña escala de sus papeles y la monumental de sus pinturas murales. Tanto con acuarela, acrílicos u óleos brinda una ocasión para que el color nos interpele transformado en luz y nos conmueva en su inestable calma, en la que todo un cosmos comienza a formarse una y otra vez. 
NOTA DE PRENSA
Un lugar en el mundo por Florencia Battiti. ADN Cultura, La Nación, Mayo 2014.